inevitable
viernes, 23 de diciembre de 2011
Barreras por todos los lados. Sentimientos limitados. Miradas lejanas pero que en cierto modo solo desean decirte lo mucho que lo sienten. Sonrisas culpables, llenas de mentiras y rencor. Olor a culpabilidad, por todos lados. Apenas el viento ayuda a ahuyentar los miedos. Los que nos hacen encerronas con cualquier otro síntoma: Miedo más dolor, miedo más amor, miedo más felicidad, igual a miedo a sentir más de ese mínimo miedo. Lo que conlleva a no arriesgarse, dejarse llevar por el miedo y no sonreír más de lo justo. El miedo hace que se descompense cada sentimiento. Ya ves, no todo es tan fácil.
Un año que se va dejando atrás días de risas, noches de lloros, idas y venidas. Días en los que levantarse de la cama era peor que un suicidio, donde caerse era jodido pero levantarse era aún peor. Días con la mejor compañía, otros donde la única compañía era yo misma. Gente, mucha gente, millones de personas alrededor pero sola. Días en los que dices “con dos cojones” y luego llega el “yo no puedo”. Días en los que te das cuenta de quien importa de verdad, y ahí es cuando llega la hora de pedir perdón. Días en los que aparecen personas, que ahora son imprescindibles en tu vida. Días en los que hay que decir adiós, aunque duela, aunque joda y aunque te mueras por dentro. Días en los que nada puede ir peor de lo que ya está, y te das cuenta de que todo puede ir mejor. Días en los que realmente quieres ser feliz, sonreír y ver la vida de otro color. Días en ON, días en OFF y días en los que es mejor reiniciar. Días en los que es mejor pasar página, abrir un documento nuevo en blanco y empezar a escribir algo nuevo. Y ahí es donde estamos, en un día, un día como otro cualquiera donde lo único que se quiere es ser feliz recordando lo vivido, aprendiendo y pensando que las cosas pasan por algo, que lo que no mata hace más fuerte, y que si joder, que se puede ser feliz. Ahora hay otros trescientos sesenta y cinco días para conseguirlo. Conseguir ser fuerte, luchar, caer y levantarse, sonreír, mantener aquello que importa y mandar a la putísima mierda aquello que hace daño. Y si no se consigue, calma, que aún nos quedarán más nocheviejas para proponerlo y seguir incumpliendolo.
Las personas somos así, un día vamos y al otro volvemos. Nos conformamos mucho y luchamos poco. Deseamos que nos perdonen, pero no toleramos que nos fallen. Porque sí, todos nos equivocamos, pero está en cada uno aprender de ello y mejorar. Si erraste antes, ¿Por qué no remediarlo? quizá hoy sea el día de cambiar el rumbo de tu vida y dejar atrás lo que tanto te daña. Es ahí donde se encuentra la riqueza de las personas, no en la autocompasión ni en lo dificultuosas que sean las cosas a las que se enfrenta, sino, en su capacidad de caerse y volver a estar de pie una y mil veces.
Sí, puede que no sea la persona más fuerte, ni la más valiente o la más decidida. Puede que me equivoque muchas veces, demasiadas quizás. Puede que me de cuenta de lo que quiero cuando ya no lo tengo, que mi lista de caprichos sea larguísima, que mis paranoyas aumenten día sí y día también. Que los malos momentos sean muchos, aunque los buenos los superen. Puede que complique lo fácil, que facilite lo difícil, y también puede que tropiece cien mil veces con la misma piedra, pero ten por seguro que siempre me voy a levantar. Siempre.
¿Por qué siempre tenemos miedo a cometer el mismo error?. Miedo a recordar lo que pensamos que estaba olvidado. Miedo a volver a mirarle y volverte a enamorar después de todo. Miedo al recuerdo. Miedo a no haber aprendido la lección. Pero te das cuenta de que no puedes hacer nada cuando el propio miedo es tu propia felicidad.
Digamos que he vuelto a tropezar con la misma piedra. ¿Y qué? La gente no lo comprende, se trata de mi piedra, yo decido si quiero pasar todos los días por el mismo camino y encontrarme con ella. Al fin y al cabo, es más cómodo tropezarse con la misma piedra, te acabas acostumbrando a la caída, y por lo menos puedes decir que algo es tuyo de verdad. Total, vayas por donde vayas, está todo plagado de piedras.
Yo elegí quererte y todas las consecuencias que eso conllevaba. Elegí que tú fueses la persona que llenara mis días de sonrisas, elegí que me comieras a besos, elegí también tu voz al otro lado del teléfono. Elegí llorar por ti de vez en cuando, elegí creerme tus verdades y creerme a medias tus mentiras, elegí que no quería otros abrazos, que no quería otras manos agarradas a las mías, que no quería ver por la mañana otra cara que no fuese la tuya, elegí nuestro mes del año y nuestro día del mes, elegí que tú fueras mi locura, elegí llenar el silencio de la noche de nuestra risa. Elegí las idas y venidas, las despedidas, elegí el miedo a fallar, elegí las miradas, elegí temblar, elegí hacerme adicta a sus palabras. Elegí no dejar de recordar cada momento nuestro y dejar huella de lo que algún día fue. Elegí no callarme nada, elegí darte todo, elegí hablar de nosotros cuando hablaba de ti, elegí ser fuerte sin la ayuda de nadie y luchar por un solo motivo, elegí darte todas mis oportunidades, elegí quedarme con tus manías y tus defectos. Elegí discusiones que acababan en abrazo, elegí derrumbarme cuando ya no aguantaba más, elegí seguir queriéndote aun cuando ya no estabas.
Elegí arriesgar y jugármela por ti. Y que sepas que no me arrepiento de nada.
Elegí arriesgar y jugármela por ti. Y que sepas que no me arrepiento de nada.
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