viernes, 23 de diciembre de 2011
Digamos que he vuelto a tropezar con la misma piedra. ¿Y qué? La gente no lo comprende, se trata de mi piedra, yo decido si quiero pasar todos los días por el mismo camino y encontrarme con ella. Al fin y al cabo, es más cómodo tropezarse con la misma piedra, te acabas acostumbrando a la caída, y por lo menos puedes decir que algo es tuyo de verdad. Total, vayas por donde vayas, está todo plagado de piedras.
Elegí arriesgar y jugármela por ti. Y que sepas que no me arrepiento de nada.
¿Que por qué me gusta? No lo sé. Quizá por sus ojos. Tal vez por su sonrisa. Por sus pequeñas manías. Sus abrazos. Sus besos. Sus obsesiones. Me gusta por su seguridad y por su inseguridad. Por cómo camina. Por ser distinto de los demás. Realmente no sé por qué me gusta tanto ni por qué lo quiero como lo quiero. Pero si fuese necesario, lo gritaría a cada persona que vive en este puto planeta.
Y entonces a mí, se me olvidaría respirar
Y ¿sabes? me siento orgullosa de haberla encontrado.
Cuando te digo que hagas lo que realmente te apetezca hablo de elegir como quieres ser y quiénes quieres que te rodeen, eso sí que lo puedes elegir y está realmente en tus manos. Hablo de pintarte las uñas de color rojo si te da la gana y de vestirte con las camisas de tu padre. De escuchar a Nach o Morodo o de comer chuches hasta que te pongas mala. Hablo de sonreír tanto cómo te apetezca y de enfadarte si te dan los motivos necesarios. Hablo de saltar por la calle y gritar las veces que te dé la gana tu canción favorita, su nombre o el tuyo. Hablo de mirar el cielo las veces que te dé la gana y de ponerte tonta si te hacen cosas que no te gustan. Hablo de caminar no como los demás si no como tú sabes y de ser tú. Hablo de encerrarte en tu habitación y ponerte los cascos con la música a todo volumen si te apetece. Hablo de querer, hablo de sufrir y de aprender de los errores. Hablo de confesar tus secretos a quién quieras y a quién te dé la gana. Y sobre todo, hablo de conocer a ese chico y quererlo porque la verdad, no sabes todo lo que te puede llegar a cambiar la vida.
ir a dar una vuelta en bici. Y no puedes evitarlo, y a la vez que una pícara sonrisa ilumina tu cara, el miedo empieza a corroer tu mente. Como no saber que hacer, como no saber como decirlo.
Otra vez esa sensación, otra vez esa sonrisa que se dibuja en mi cara sin ninguna explicación, otra vez esas ganas de abrazarle en cualquier momento. Ganas de reírte y de llorar al mismo tiempo, ganas de comerte la vida tú solita y no dejar nada para los demás. De ser feliz, a su lado. De dejar de pensar en lo que va a pasar y empezar a pensar en lo que está pasando. Ganas de bailar y de reír, de beberme el miedo.
¿Yo? Tengo ganas de ti.
Y lo más importante, sé que de siete días a la semana, yo te quiero ocho.
Le quiero a morir.
de hacer el amor y que el amor nos haga estar así, de vivir entre puntos suspensivos y olvidar los de sutura.
Hablo de él.
viernes, 16 de diciembre de 2011
Depende de las células del cerebro, con cada baso de alcohol terminas con cientos de esas células, pero eso no importa porque tenemos millones...
Primero mueren las de la tristeza, así que estás sonriente , luego mueren las del silencio y todo lo dices en voz alta aun que no aya ninguna razón pero eso no importa por que después mueren las de la estupidez y hablas con inteligencia y por último las células de los recuerdos....................................................., esas son difíciles de matar.